
HISTORIAS HÍPICAS
LAS PRÓXIMAS VENTAS
En el próximo mes, bajo el ojo avisor de los sportmans y los aficionados, comenzará el desfile por los tattersal, de toda la falange de jóvenes productos, destinados, los más, a caer bajo el martillo y a abandonar las holganzas de los prados alegres de los haras, por la quietud del box, mansa y sombría.
Esas ventas cercanas, significan dentro del ambiente del turf, todo un acontecimiento.
De la campiñas verdes de los haras, salen año tras año los Disimulos… los Petain… los Voltas… las Zurdas y las Febras, que nos roban la plata impunemente, y salen también los Rico, los Stayer, los Sisley, que nosotros voceamos como locos, cuando vencen guapeando en el derecho, luchando con coraje o ganando en un cantar, sin ningún inquietísimo desde el instante en que el veterano Juan Pedro levanta los trapitos.
Pero todos no pueden salir cracks. Los más quedan en nada, en humo, en ilusiones, en montón de boletos que el viento de las famosas romas, arrastra y lleva lejos. De toda su actuación apenas si nos queda como ingrato recuerdo, una brecha feroz en el bolsillo, un descalabro en las cuentas mensuales, y una deuda infinita e impagable con el tirano sastre…
A veces nos poblamos, salimos todos llenos de oro, rehacemos el maltrecho presupuesto y logramos tener de nuevo crédito… Pero eso dura poco. Al domingo siguiente nos musitan un dato que no puede perder, que los ahorca, que les gana cortado, y nosotros vaciamos los bolsillos, nos jugamos enteros y marchamos derecho para el sótano. Luego, con el rodar del tiempo, aburridos de tanto metejón, viendo que el seudo crack es un ternero que ni en broma se acerca a la sentencia, caemos en la cuenta de haber sido unos giles y seguimos contentos como antes, buscando otro datito o aceptando otra fija.
Y las ventas sugieren todo esto. Recorriendo el catálogo, estudiando las sangres, viendo la profusión de pedigrees ilustres, la fantasía se apila en el derecho y atropella con bríos… Palpitamos el crack en perspectiva. Creemos admirarlo entre aquel nombre grato con que nos lo señalan y confiamos de un modo ciego y loco, en la sangre que luce su prosapia… Lo elegimos de ojito… No podemos a menos que sentirnos deseosos de saborear sus triunfos. Y como nos falta plata para ser propietarios, sin ningún egoísmo deseamos que alguien se entusiasme al igual que nosotros y que cargue con él, para hacer tabla rasa con los clásicos, cuando llegue la hora.
A mi me gusta hacer filosofía. Sin conocer a Kant más que de nombre, yo soy propenso a las divagaciones filosóficas. Y todos los timberos, todos, desde aquel que frecuenta la perrera, hasta el que acude al palco de los socios, sabemos de esa ciencia… Lo aprendimos a fuerza de jugar favoritos que no ganaban nunca; lo aprendimos a fuerza de jugar batacazos que siempre comían cola , y nuestra escuela fue el bondi democrático, al que ascendíamos para volver al centro, completamente patos… Filosofamos siempre. Caminito al hipódromo, barajando ganancias y construyendo castillos en el aire… De vuelta al bulín, meditando los déficits y rebuscando in mente un amigo asequible, para aplicarle sabiamente la manga…
Son los gajes del turf, es la influencia inevitable de los días de absoluta derrota, o de los días de alegría completa. Y ahora, frente a las próximas ventas divagamos de nuevo. A todos nos preocupan los productos que vienen. Son promesas inciertas de satisfacciones infinitas y son la
¿Qué lote traerá el crack?… ¿A qué haras le corresponderá la gloria de haber criado en sus praderas fértiles, al ganador de la Triple Corona?… No lo sabe ninguno. Son cosas del futuro. Y bajo el ojo avizor de los interesados, desfilará muy pronto la falange… Quien los adquiera, seducido por la sangre o la estampa, desde el momento en que empieza la oferta, tendrá sus ilusiones. Y bajará el martillo, se pagarán precios ridículos y precios fabulosos. Después vendrá la doma, los primeros galopes y las partidas suaves y andando, andando, los trabajos severos… Unos serán ligeros, otros sobones, otros mafras… Precoces, retardados, irascibles o dóciles… Para todos los gustos. Y desde ese instante, todas las caballerizas de Maroñas albergarán un crack. Los compositores no tendrán reparos en decir sin empachos, que su potrillo será el mejor del año, y que habrá de ganar la Polla el Jockey Club, el Nacional y hasta la Copa de Oro…
Y llegará el debut, no sin antes pasar por las sobrecañas que atrasaron su training, cuando licúa el súmmum de la forma. Así vendrá el derrumbe de todos los castillos. Aquel que se creía un Botafogo, llega al triunfo cuando los otros ya entran al pesaje…
Viene otra carrera. Se interesa en un clásico, se topa con mejores y lo hacen harina. Los cronistas comentan su fracaso y aseguran que “salvados los inconvenientes del estreno, habrá de vender cara la derrota”. Pero vuelve a entrar último. Se repite la historia varias veces, y al fin emboca un día un segundo puesto, a un cráneo del que triunfa. Esto es lo peligroso. Una carrera honrosa deja entrever bondades, Y así se corren fijas, surgen los metejones, y a partir de esa fecha, el crack le toma un terror pánico a la raya, y se aleja del triunfo más y más cada día.
Baja entonces a las carreras de simples condiciones, En la escala de pesos tiene una colocación muy favorable, los trabajos son buenos, las ventajas que recibe, notorias, y “no puede perder”, es una fija… Se levantan las cintas, hace el tren hasta el codo, y allí entrega el rosquete de un modo vergonzoso. Una vez… dos… tres… muchas… En ningún tiro emboca, uno le quedan largos y otros le quedan cortos, Un jockey no lo entiende y el otro lo bombea… Ya va costando caro, No se paga la avena y el porvenir es cada vez más negro.
Y de pronto se manca. Hay que ponerle fuego, paran su entrenamiento por una temporada y sometido a curas infinitas, donde no entra la dieta… Porque hay que declarar que hay caballos que comen como cracks y corren como burros…
Luego de una relache reaparece “luciendo buena forma”. Pero como puede extrañar la reprise, los allegados al stud no le juegan. En un nuevo compromiso, la breva está madura, se van a los papeles. Al dar puerta franca al lote, pica limpio en la punta con dos cuerpos de luz, y aprovechando la imprevista ventaja de la suelta, su piloto se apila, aprieta el gorro y sale como escupida en plancha, vendiendo boletines. Es jugar y cobrar. Pero de pronto comienza a perder terreno inexplicablemente. Los rivales se acercan, pasan todos y remata la prueba a rigurosa retaguardia.
Claro, ”culpa del tren vertiginoso”. “Lo sacaron hirviendo”… “no le dieron ni un alce”… Y así siempre, hasta que los premios remate lo cobijan y su dueño espera pacientemente que llegue una vez primero o se muera en la pista víctima de un jeringaso como una “América” cualquiera…
Hay animales que se creyeron cracks. Y que hoy tiran de un carro, o están en manos de un oficial de policía, que recorre la sección jinete en ellos, a pesar de la sangre de Saint Simón que corre por sus venas.
El pedigree no le hace. Casi todos los cracks han sido siempre hijos de sementales sin renombre… Los que costaron precios fabulosos, se quedan en veremos. Y los que nadie quiso, los que pasaron desapercibidos en las ventas, los desgarbados, y a veces los que muestran un defecto, son los que luego se revelan grandes campeones.
Esto, todos los años se repite. A los futuros cracks, cuando empiezan las ventas, se les elegirá igual que a las mujeres, por las formas más o menos esbeltas y armoniosas.
Y como en estas cosas juega un papel importante la vista del sujeto, hay que tener un ojo penetrante, que permita vislumbrar el futuro.
Yo conozco quien tiene el privilegio de una potra temible y de un ojo formidable, de un verdadero ojo de maestro. Ya ha sacado dos cracks… Y ahora, en estas ventas aguaita el tercero. Sisley… Puritano, y … ¿quién acierta el crack que pescará este año Manolito Segade?…
Mientras, los que esperan las ventas, para adquirir productos, seguirán en el dulce optimismo de dar con el campeón más destacado. Y entre tanto, la vida se desliza…
Autor: “Last Word” – seudónimo de Raúl Velazco
Publicado en “Actualidades Deportivas” – Montevideo, 10 de setiembre de 1924