HISTORIAS HÍPICAS
Tango, fileteado porteño y turf
Patrimonio cultural inmaterial de la humanidad según la UNESCO: es el conjunto de prácticas, representaciones, expresiones, conocimientos y habilidades, así como los instrumentos, los objetos y artefactos, los espacios culturales asociados a ellos, que las comunidades, los grupos, y en algunos casos los individuos reconocen como parte de su legado cultural.
Desde el 2008 hasta hoy la Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura designó 549 elementos de 127 países.
Uruguay y Argentina comparten el tango. El candombe es el segundo patrimonio uruguayo, y el fileteado porteño el segundo argentino.
Señala en sus fundamentos la Unesco: “La tradición argentina y uruguaya del tango, hoy conocida en el mundo entero, nació en la cuenca del Río de la Plata, entre las clases populares de las ciudades de Buenos Aires y Montevideo”.
“Comprende hoy, músicos, bailarines profesionales y aficionados, coreógrafos, compositores, letristas, y profesores que enseñan este arte, y hacen descubrir los tesoros vivos nacionales que encarnan la cultura del tango”.
El fileteado porteño es un estilo artístico de pintar y dibujar tipicamente porteño. Nació en la ciudad de Buenos Aires hacia fines del siglo XIX como un sencillo ornamento para embellecer carros de tracción animal que transportaban alimentos, luego adornó colectivos y ómnibus del transporte público, y con el tiempo se transformó en un arte pictórico propio de la ciudad. En diciembre del 2015, la Unesco lo incorporó al patrimonio inmaterial de la humanidad.
En estas 27 tablas fileteadas, el maestro Luis Zorz, vincula la pasión por el turf, personajes de historieta, grandes dibujantes de las mismas, con unos pocos de los más de 710 tangos y milongas turfísticas. El turf relacionado con dos de los patrimonios de la humanidad.
Reconocido el 20 de julio de 2011 por la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires como Personalidad Destacada de la Cultura, el Maestro fileteador Luis Zorz había nacido el 17 de julio de 1932 y falleció el pasado 2 de setiembre de 2020 a la edad de 88 años con 75 años como artista del fileteado porteño.
En La Rioja y Cátulo Castillo hay una placa fileteada que recuerda a Guillermo Barbieri, guitarrista de Carlos Gardel. La placa es un recuerdo de los vecinos de Parque de los Patricios a uno de sus héroes y está realizada por otro héroe que llegó al barrio en 2011, Luis Zorz, “artífice del fileteo y orgullo de los mejores porteños”, según alguna vez dijo Enrique Cadícamo, “loco romántico que dio vida y color a un arte que anda sobre ruedas”, al parecer de Benito Quinquela Martín.
Luisito o El Maestro, como le decían, era un anciano flaco, de pelo blanco y ojos de un celeste similar a los colectivos de la línea 113 que afirmaba: “Cada fileteador hace lo suyo a su manera, es un arte individual”.
Sus ornamentos, banderas, dragones, caballos, guirnaldas, flores e iconografías de Gardel, todo ese conjunto que se resume en la voz “filete”, se encuentran mayoritariamente en el barrio de Boedo, con la Esquina Homero Manzi como emblema, pero también, entre otros lugares, en el Café Tortoni, el restorán Plaza Mayor (San José y Venezuela), la iglesia Nuestra Señora de Pompeya, los que fueron solares de Osvaldo Pugliese (Corrientes y Serrano, Alvarez Thomas 1477) y hasta detrás de los carteles de obra que no definen el destino de la otrora concurrida pizzería Tuñín, en Rivadavia y Castro Barros.
Existe además una obra de Zorz más bien anónima, en una veintena de guitarras de León Gieco, como en zapatos, mesas de luz y de almorzar, pianos y ya extintos carros y colectivos que circularon por Buenos Aires hasta que fueron dados de baja.
“La calle era mi oficina; mi teléfono, el que me prestaba el gallego del bar, y el filete fue siempre lo que más me gustó. Es una invención porteña, inspirada en las ornamentaciones de la arquitectura de la Buenos Aires de fines del siglo XIX y principios del XX” solía repetir Luis Zorz.
Referencia: Colección Carlos Wolf, Buenos Aires, Argentina