El Caballo de Carrera

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La combatividad y el espíritu de competición son las características dominantes del caballo de carreras.
La tenacidad es su más bella cualidad. El valor de un tal caballo está determinado por su genealogía, sus disposiciones hereditarias, porque toda su educación se base en su rapidez, rigurosamente controlada y cuidada.
La mayoría de los caballos de carrera son purasangre, exclusiva y únicamente criados para batir récords. Los resultados que han obtenido en la carrera, y los de sus ancestros, serán los criterios de su estimación.
Las carreras son además un revelador múltiple: salud de los órganos, fuerza muscular, resistencia y sangre fría se manifiestan en ellas, igual que la resistencia física y psíquica a todas las tensiones.
Una selección constante y exigente sólo deja subsistir los mejores elementos, las más sólidas virtudes transmitidas por la herencia. No existe, en efecto, mejor forma de demostrar las aptitudes de un caballo que la de hacerle correr.
Ocurre a menudo que los vencedores de carreras clásicas sean caballos sin belleza.
La sola belleza no basta, son ante todo los resultados los que cuentan. Muy a menudo, el caballo no revelará su sangre, su raza y su educación más que en el pleno esfuerzo y la velocidad impetuosa, y su belleza no aparecerá más que en esos momentos en que se solicita toda su energía.
Ninguna debilidad en este «que adelanta la brisa», «que no siente ni el freno ni la silla», como ha dicho Víctor Hugo, sino la nobleza y el coraje del combatiente que lucha con todo el genio de que la naturaleza le ha dotado.

Caballos Célebres 

 

Byerley Turk, es el más viejo de los tres primeros caballos que figuran en el Stud Book inglés, era un semental turco. Se cuenta que el Capitán Byerley lo había capturado durante el asedio de Viena en 1686. El lo montó durante la campaña de Irlanda, al servicio de Guillermo de Orange, y el caballo tomó el nombre de su jinete.
De él procede la descendencia de Herod, que triunfó en tantas carreras hasta principios del siglo XIX. En el último cuarto del siglo XVIII, los descendientes de Herod ganaron casi la mitad de las carreras celebradas en Inglaterra. Pero sus proezas no se prolongaron. Cien años después no habían conseguido más de una veintena de victorias. La alteración de la raza provenía de una debilidad que Herod legó a su descendencia: una tendencia a sangrar por el ollar. Sus vasos sanguíneos, demasiado frágiles, no podían soportar la tensión considerable que imponen las carreras.
En cuanto a Godolphin Arabian, o más correctamente Godolphin Barb, llegó a Inglaterra en 1730 tras una larga y romántica odisea. Dice la tradición que este semental fue enviado desde Tánger a la corte de Luis XV, ofrecida a éste por el sultán de Marruecos. Pero a este caballo bereber se le atribuía un cuello pesado, orejas caídas como las de un cerdo y una grupa demasiado redonda, y se le estimó tan feo que el rey lo vendió o lo regaló. Fue así como Mr Cooke, criador inglés de caballos, le descubrió un buen día en una calle de París, tirando de la miserable carreta de un vendedor de agua. Se lo llevó a Inglaterra, pero sin tener plena confianza en él. Lo utilizó como animador para poner a prueba a las yeguas que presentaba a su semental favorito, Hobgoblin.

Un día, este último rehusó obstinadamente cubrir a la yegua Roxana y el dueño de la caballeriza dejó que el caballo actuara como semental por primera vez. El producto de esta monta fue llamado Lath y llegó a ser el más famoso de los caballos de carreras de su época, dando con ello celebridad a su progenitor. Finalmente, éste fue adquirido por la cuadra de lord Godolphin, del que tomó el nombre. Vivió en su propiedad del condado de Cambridge y su muerte, a los cuarenta años, fue un duelo general.
Tres nombres se añaden a los de los primeros sementales del Stud Book inglés; son los nuevos patriarcas de la nueva raza: King Herod, tataranieto de Byerley Turk, Matchem, bisnieto de Godolphin Arabian, Eclipse, bisnieto de Darley Arabian e igualmente bisnieto de Godolphin Arabian.
Eclipse, alazán claro, estrella en la cabeza y gran mancha blanca en la pata posterior derecha es probablemente el más famoso de todos los purasangre. Este semental nació en la cuadra del duque de Cumberland el 1 de abril de 1764, durante un eclipse de sol, de ahí su nombre. Jamás fue batido en una carrera, ni penalizado, tomaba la salida en cuanto se daba la señal y todos los entendidos le proclaman unánimemente el mejor y más rápido caballo de carreras.
«Eclipse va en cabeza, todos los demás quedan distanciados», se lee en su biografía oficial. Durante dos años ganó todas las pruebas en que participó. Era montado siempre sin fusta ni espuelas, pero era ambicioso y jamás dejaba que un competidor le adelantase. Se tiraba a morder a sus adversarios de carrera. De 1771 a 1789 engendró cuatrocientos descendientes.
Pot-8-Os, el más famoso de sus hijos, lleva un nombre insólito.
Nació en 1773 y debiera haberse llamado de hecho Potatoes. Pero en aquella época las patatas eran casi desconocidas, salvo de algunos privilegiados que las comían, porque eran muy raras y muy caras.
Los palafreneros ignoraban esta palabra y cuando un mozo de cuadra hubo de inscribir el nombre del caballo confiado a sus cuidados se encontró en un apuro y transcribió lo mejor que pudo lo que su amo le había dicho: Pot-8-Os. El nombre quedó y el caballo lo hizo famoso.
Kincsem, yegua extraordinaria, nacida el 17 de marzo de 1874, tenía temperamento de verdadera prima donna. Su mejor amigo era un gato que le hacía compañía y se arrellanaba la mayoría del tiempo en su pesebre o incluso en su lomo. Era muy exigente con la bebida y sólo se dignaba beber la de una fuente, situada en Iffezheim, cerca del hipódromo de Baden-Baden. Había pues que transportar el agua de Alemania a Inglaterra y la fuente tomó pronto el nombre de la yegua: Kincsem Quelle. Esta yegua extravagante quedó invicta en 54 carreras.

Carbine, ilustre caballo australiano de carreras, llegó segundo en el Gran Premio de Melbourne en 1889 y al año siguiente ganó esta competición, la más importante de Australia. Le gustaba por encima de todo el aplauso del público. Apodado «Old Jack», se comportaba como una vedette y le gustaba hacerse rogar. Capaz de marcas sensacionales en la pista, rehusó varias veces salir de su box detrás de la tribuna de honor porque no había sido suficientemente aplaudido.
Lexington fue probablemente el mayor reproductor de pura raza de Estados Unidos. Lleva el nombre de la ciudad que se halla en el corazón de Kentucky, «el país de la hierba azul», donde se crían los mejores caballos americanos de carreras. Era hijo de Boston, nacido hacia 1847. Su hija, Aerolite, fue la madre de Spendthrift, semental nacido en 1876, que dio origen a casta de vencedores.
Actualmente, los más bellos purasangre de Kentucky son criados en la remonta de Spendthrift, cuyo nombre recuerda su gloria.
El legendario Man o’War, símbolo de Kentucky, cuya estatua se eleva en Fayette Country, cerca de Lexington, es un descendiente, en quinta generación, del célebre Lexington.
Darley Arabian es uno de los tres célebres ancestros de la raza de los purasangre ingleses, el primer caballo inscrito en el Stud Book, y sin duda el único realmente purasangre árabe. Era indiscutiblemente el más bello de esta trinidad y podía enorgullecerse de haber nacido en el Nedjd, meseta de Arabia Central, cuna de la aristocracia equina.
Thomas Darley, Cónsul de Gran Bretaña en Alepo, compró este semental en 1704. Su pedigree atestiguaba que pertenecía a la casta de Mu’niqua. El Cónsul envió el caballo a su padre, Richard Darley, que residía en Aldby Park, en Yorkshire, donde Darley Arabian vivió toda su época de reproductor. Sus descendientes fueron tan numerosos en toda Inglaterra que dominaron la casi totalidad de la raza. Las otras dos razas, la de Godolphin Arabian y la de Byerley Turk fueron cruzadas tan a menudo con la descendencia de Darley Arabian que es casi imposible distinguir las tres principales ramas inglesas de purasangre. Así, la sangre de Darley Arabian en línea paterna y de Godolphin Arabian en línea materna corría en las venas del prodigioso Eclipse, el más prestigioso caballo de la historia de los purasangre.

 El elevage del caballo de pura sangre en nuestro país 

 

En las épocas en que las actuales democracias rioplatenses iniciaron su vida libre e independiente, la afición por las carreras, ya. en pleno apogeo, necesitó de la existencia de elementos de cierto mérito que, sobresaliendo entre el material abundantísimo que proporcionaban las inacabables caballadas de los campos feraces – rápidos y resistentes corceles descendientes de los equinos que trajera Mendoza, – dieran verdadero interés a las grandes luchas en las que el entusiasmo popular crearía sus favoritos y liaría cruzar apuestas de todo valor entre los carreristas de aquellas lejanas edades, entregados sin duda apasionadamente a una de las pocas diversiones posibles en el ambiente restringido de las primitivas poblaciones.
Habían de contentarse, sin embargo, los aficionados de antaño, con los elementos nacionales; sólo con los caballos ya aclimatados en su nueva patria y disfrutando de las ventajas de un terreno rico en alimentos, en donde las dilatadas llanuras habían de acrecentar la potencia de los remos musculosos y ágiles, obligados a un galopar infatigable lo mismo para cambiar de pastoreos que para -huir de las acechanzas continuadas del hombre, y de las fieras. No era, posible pensar en mejorar los planteles con importaciones que debieran ser de todo punto imposible, por natural imperio de las circunstancias y, acaso también, por desconocimiento de la existencia de las selecciones que iban realizándose en las tierras inglesas, como consecuencia de la cruza de los elementos nativos con los padrillos árabes que fueron incorporándose a la riqueza equina del Reino Unido.
Se poseen noticias que inclinan a suponer que las primeras importaciones, para poseer elementos de mayor calidad, no se realizaron por el incentivo de las carreras. Así, en 1820, Rivadavia hizo traer a la Argentina, desde Inglaterra, algunos reproductores de tiro pesado. «Poco después – dijo hace muchos años don Santiago Calzadilla, – algunos señores mandaron a Chile por caballos de brazos, para lucirlos en las calles, no para establecer canchas de juego como al presente. El primer caballo que vino a Buenos Aires, era entero, y fue para el doctor Esquerrenea, el cual salía todas las mañanas de su quinta – la que fue después de Lezama – por la calle de Representantes (hoy del Perú), a su despacho de Juez, luciendo, por supuesto; su pingo chileno, zaino negro, que era el color de moda».
La influencia decisiva, en la transformación de la raza de pingos de carrera, se comenzó con las primeras adquisiciones en Europa de elementos de pura sangre.
Parece posible afirmar que el primer reproductor británico llegado a la Argentina, fue uno importado por el señor J. Lathan: Bonnie Dundee, un colorado nacido en Inglaterra en 1848. y traído al Río de la Plata en 1852. Era un hijo de Lanercost (Liverpool y Otis por Bustard en una hija de Election), y Blue Bonnet, ésta por Touchstone (Camel y Panther por Master Henry) y Maid of Melrose por Brutandorf (Blacklock) en una hija de Wisker en una hija de Orville. Fue un gran mestízador, sirviendo a las hijas de Elcho, que fueron reputadas madres en la Cabaña de don Guillermo Kemmis.

Hay también en la vecina República, memoria de otros elementos de sangre pura, entrados al país; uno de los más viejos, Hobgoblin, nacido en 1854, que trajo don Miguel Martínez de Hoz: era un hijo de Alarm en Little Fairy por Hornsea; Little Fairy era abuela materna del magnifico Saint Simon. También de aquellos tiempos fueron Fedor (1876), Ebony (1857), Ace of Diamond (1868), Blair Adam (1871), Exceller (1872). Earl Clifden (1873), Tancred (1872), etc.
Las anotaciones del primer tomo del Stud Book Uruguayo no señalan, ejemplos de tan antiguo nacimiento e importación, y faltan datos, anteriores a su formación. He hallado una referencia, sin embargo, en una crónica publicada por don Enrique Young, en 1890, en la que dice, hablando del establecimiento que poseían los suyos en Averías Grande, departamento de Río Negro: «Las yeguas mestizas con que cuenta el «stud» (en el concepto de haras, no de caballeriza, que ahora se le da en el Río de la Plata), son hijas y nietas del semental Young Fritz,
introducido al país el año 1874, por don Roberto Young de la Torre Alta, y fue ganador de algunas carreras aquí (en Inglaterra) e hijo de Victorious, buen parejero y reproductor, hijo de Newminster, padre del famoso Hermit».

Las crónicas de carreras de los tiempos primitivos de Maroñas, que ya hemos citado, sólo hablan de mestizos, la mayoría de ellos procedentes de la Argentina. Lo que quiere decir que el elemento pura sangre no fue importado en forma regular al país, y acaso no fue importado nunca, antes que el ya mencionado Young Fritz.
Los dos padrillos más viejos que figuran en el Stud Book Uruguayo, en su tomo I publicado en 1894, son Independencia y Aramis. Aquél, un caballo nacido en Inglaterra en 1870, hijo de Le Marechal y Miss Pickle por Saunterer, que perteneció a los señores M. y G. Urioste, y que en la época de la edición figura ya como «sin noticias»; el otro es Aramis, nacido en Francia en 1872, por Bayard e hija de The Heir of Linne, de los mismos propietarios que el anterior, y en servicio en aquel año. Los demás reproductores inscriptos, por orden de edad, y todos nacidos en 1879, son Tigre, ex Banjo, por Plebeian, de don Silvestre Ayala, sin noticias; Landgrave, por Peut Etre, muerto en 1894, de don Juan Risso; First Flight, por Pellegrino, de don Enrique Young; Dunmore, por Scottish Chief, muerto en 1891, del Coronel Bélinzon; y Cimier, por Dollar, de don Calixto Martínez Buela.
Las yeguas más viejas del citado volumen del Stud Book son todas nacidas en 1874; Rosina, por Brown Dayrell o Fort a Bras; Reine des Prés por Druse, y Chartreuse por Vermouth, las tres del señor Martínez Buela; y Eude, por Gladiateur, del Coronel Bélinzon.
Todos estos ejemplares pertenecen, sin género alguno de duda, a los balbuceos del elevage uruguayo.
Recién cuando Maroñas comenzó a cobrar prestigio, después de las luchas de mestizos como Pretendiente, Celiar, Druid y otros, se produjo un verdadero arrebato por realizar adquisiciones de elementos de pura sangre; y este propósito fue objeto de un extraordinario aliciente, cuando el Superior Gobierno dotó con la suma de diez mil pesos al Premio General Artigas de 1890.
En esa ocasión, entre otros racers, se trajo de Inglaterra a Volubilis, un hijo de Guy Dayrell y Rosemary por Skirmisher; a Exmoor, – que había corrido contra Ormonde, – por Vestminster y Lorna Deone por Scottish Chief; y a diversos elementos más de gran valor.

Una generosa rivalidad caldeaba los ánimos de los sportsman de hace cincuenta años.
Se vivía entonces en una atmósfera densa de entusiasmos, en la que los esfuerzos sólo significaban la expresión del gesto emulatorio de sobresalir cuanto era posible en el sport predilecto. Había, en el turf y en el elevage uruguayos, una preciosa juventud, desdichadamente ya perdida en el correr de las estaciones que no retornan. La energía y vehemencia de los pensamientos sólo sabía traducirle en actos que, en su magnitud bella y dominante, confirmaban la pujanza de las voluntades creadoras. Fue entonces cuando se vio surgir una pléyade de establecimientos de elevage de una potencia que, aún hoy, asombraría largamente a los apasionados por la cría del pur sang. Hemos citado, ya, el establecimiento de los Young: el «Stud» Averías, situado en Río Negro. Allí estaba First Flight, un zaino colorado nacido en Inglaterra en 1879, ganador de cinco carreras, hijo de Pellegrino, – un caballo que sólo corrió dos veces, una de ellas 2do a la cabeza de Chamant en el Middle Park Plate, – y Flippant, la madre de Filibuster, ganador del Prix Daru; Flippant, hija de Cape Flyaway en Jocose, la madre de Macaroni, por Pantaloon.
Y eran yeguas madres Cowslip, ganadora en Inglaterra en carreras de steeple; Indigo, Daffa-luke, Amy, Lady Frederick, y después Idealista, Queenie y otras.
Los planteles de la Cabaña Santa Ecilda, situada en el departamento de San José, entre los arroyos Cufré y Escudero, eran sencillamente sensacionales. Allí estaba Kimbolton, un alazán ganador de catorce carreras en Inglaterra, hermano paterno de Saint Mirin e hijo de The Duke (Stockwell) y Lady Paramount por Brother to Strafford en una hija de Toxophilite; Flic Flac, por Childeric y Rosicrucian en una yegua por Monarque, también alazán, y Asturian, color oro más que otra cosa, por Petrarch y Maritornes por Pero Gómez.
El lote de yeguas que existía en ese haras era fantástico: desde Alexandra II, una hija de Trappist que produjo a Alejandrina, hasta Warrego, por Westbourne. madre de Cartouche; desde Farsita por Kisber, que dio al gran Guazunambí, hasta Golondrina, por Hagioscope, tronco de una tribu de grandes ganadores en el Uruguay; y entre las demás, Bravoure, Birthday, Violette, Madame Pipelet, Faience, Eugenia, Dutch Wife, Sorata, Chummy, Rápida, Sarah -la célebre ganadora de las «cuarenta vueltas» en Maroñas, – Niniche, Madame Patapouf, Judie, Iniciadora, Flora, Fortune Teller, Phryné, Hildeberte, Juana de Arco, Happy, Little Polly, La Tarentaine, y muchas más, todavía.

No desmerecía, por cierto, de la Cabaña Santa Ecilda, la Cabaña Las Islas de don Calixto Martínez Buela. Allí actuaban dos padrillos de una sangre sensacional y de una notable foja de servicios: Pizarro y Cimier.
Era el primero un hijo de Uncas y Lydia por Macdonald.
Nacido en Inglaterra en 1881, traía de allá brillante foja de servicios. Había corrido 27 carreras, llegando ocho veces primero. Ganó The Newmarket Handicap, el Tattersall Stakes, el Great National Breeders, y otras carreras; entre sus nueve segundos puestos figuraron los que conquistó en el Saint Leger, y en el Lincolnshire Handicap.
Cimier tenía un pedigree fantástico: hijo de Dollar, gran jefe de raza en Francia, en la famosa Gardevisure por Vedette en Paradigm. Gardevisure había ganado The Woodcote Stakes y el Cambridgeshire; Paradigm fue la madre, también, de Paraffin, de Lord Lyon, de Achievement, de Cognisaunce, de Panoply y de Chevisaunce. Cimier había sido un excelente performer: corrió doce veces, ganando cinco carreras y entrando cinco veces segundo. Entre sus triunfos figuraron los del Prix de Noailles y del Grand Prix du Nabot; entre sus places, el Grand Prix du Jockey Club. Padreó en Francia y dio hijos ganadores, entre ellos un crack: Paulin, que en catorce presentaciones ganó siete veces y entró segundo en cinco ocasiones.
Las yeguas que poseía la Cabaña Las Islas eran de una calidad notable. Estaban allí Tartouzerie por San Stefano, Irma por Tancred. Chartreuse por Vermouth, Esmeralda por Castlereagh, Astrologie por Perplexe, Astronomie por Lord Clives, Reine des Pres por Druse, y con ellas Spinning Jenny, Submersion, Imperiosa, Lady Murray, Sin Nombre, Pyramide, Miss Eva e infinidad más.
El Coronel Bélinzon había formado la Cabaña Oriental. Prestaba allí servicios Dunmore, un hijo de Scottish Chief y Czarina por King Tom, ganador de diez carreras en Inglaterra, entre ellas The Woodcote Stakes. Después lo sustituyeron Fulminante, por Beaudesert, y Remington, éste sin pedigree por haberse omitido presentar sus documentos al ser traído de Europa, pero positivamente de pura sangre inglesa, hijo de Struan y Dukery por Macaroni y Duchess (hermana de vientre de The Duke) por Voltigeur. Fueron allí reproductoras Acanthe, por Ruy Blas; Eude, por Gladiateur; Argentina, por Earl Clifden; Bayoneta, por Bertram; Coronela, por Sterling; Diane, por Tourlourou; Diana, por Kingcraft; Flor del Aire, por Earl Clifden; Moral, por Wisdom; Lux, por Skylark, y entre unas cuantas más, dos joyas verdaderas: una de ellas, La Cañonera ex Golden Sheaf, ganadora en Inglaterra y de diez carreras en Maroñas, hija de Minting, ganador del Grand Prix de París, y de Oriole, una hija de Bend’Or de quien descendieron después animales como su hijo Ogden -jefe de raza en Estados Unidos,- Dongola, Grey Leg, Gondolette, Ferry, Let Fly, Great Sport, Sansovino, Tranquil, Cinderella, Bosworth, Hunter’s Moon, Pharamond, e infinidad de cracks europeos, y en Maroñas, Espiga de Oro y todos los descendientes de ésta, entre ellos Necker, Bibelot, y tantos elementos bien conocidos de todos nuestros aficionados.
El otro valor excepcional fue La Maréchale, por Robert the Devil y Mademoiselle, descendiendo directamente de una hermana entera de Petrarch, y entre cuya producción a través de las sucesivas generaciones estuvieron Coraza, Belona, Forraota, Murena, Caboclo, Scarone, etc.

Las Cabañas se multiplicaban, entonces. Don Pedro Piñeyrúa primer presidente del Jockey Club, fundó en las costas del Pintado el Haras Progreso, con tres padrillos: Oriental, por Peter y Bigamy: Hervidero, por Petrarch y Katrine; y Guaviyú, por Fetterlock y Maine.
Trajo de Europa buenos elementos, entre los que sobresalió Old Maid, por Macgregor, hermana entera de Scot Free, ganador de las Dos Mil Guineas en 1884. Con ella, fueron reproductoras del establecimiento, su hija Vinegar, por Pepper and Salt; Aigrette, por Whipper In; Olivia, por Wenlock; Andarine, por Hagioscope; Cruz del Sur, por Chivalrous; Bacheliére, por Peregrine; Fornarina, por Eastern Emperor; Regina, Rosamund, Palma Sola, Miranda, Olivia, Conformidad, Camellia, Barcarola, Alba, Albe y otras.
Don José Antonio Ferreira poseyó la Cabaña América en las costas del Santa Lucia, en donde figuraba como padrillo jefe Volubilis. Fue éste un performer remarcable en Francia; corrió cuarenta y una carreras, ganó quince y fue dieciseis veces segundo. Con él estaban las yeguas Anita, Miss Valentino, Disparate, Bellone, Westphalle, Bayonne, Plaisance y otras.
La Cabaña Dollar, del doctor Leoncio Correa, en las costas del Tigre, en San José, criaba con Mahmoud. La Cabaña Gladiadores, del doctor Carlos Saenz de Zumarán, en la estación Olmos, tenía a Osmunda. La Cabaña Navarra, de don Juan Echenique, contaba con Aistey ex Ormesby. La Cabaña Santa Ana, de don Pedro Risso, con Cololó. En San Carlos, Maneco Velázquez fundó la Cabaña Indecisa, con Mivoisin como padrillo. Y en Punta Carretas, los hermanos Bordabehere tenían la Cabaña Luchadores, con dos cracks franceses como sementales: Castillon y Manhourget. En las costas del Colorado, quedaba la Cabaña Santa Teresa del General Santos; allí padrearon Celiar, y después Black Lyon, y Caterer. Luis y Gilberto Lerena, a su vez, tenían en Joanicó la Cabaña Lerena, con Sillon d’Or e Ibicuy, como padrillos; después llevaron sus planteles a Buenos Aires, con destino al Haras Viejo, que vio nacer a Old Man.
Los señores Ramírez y Victorica levantaron en Maroñas la Cabaña Charrúa, con Darwin. La Cabaña Chaná, de don Belarmino Tejada, se encontraba establecida en Suárez, y el «sire» del establecimiento era Dangerous. Don Félix Buxareo tuvo a Anomaly, un hermano entero de Hilero de Paradox, ganador de las Dos Mil Guineas y del Grand Prix de París. Don Carlos Reyles había comenzado a criar con Caliban, y enseguida con Napoleón; a éste fue más tarde a hacer compañía Exmoor, y entre las yeguas madres contaba con Langlaate, la madre de Imperio; Nellie II, que dio a Yerba Amarga; Agrippina, Cábula, Coronación, Troya, Donnina, Twin, Financiera, Coqueta… Y fue por aquellas épocas que don Jorge Pacheco y don Manuel Artagaveytia fundaron el Haras Las Acacias que todavía perdura, vigoroso y lozano, en nuestro ambiente; ese establecimiento que dejamos en último término en esta nómina, porque, creemos en aquello de que los últimos serán los primeros, y le reservamos, como un homenaje exclusivo, la reproducción, que se verá más adelante, de una crónica de aquellos tiempos dedicada a esa magnífica «pepiniérs» de ases.
Años más tarde, Las Acacias puede decirse que se dividió en dos: quedó el Haras primitivo en posesión del señor Artagaveytia; y don Jorge Pacheco fundó a su vez la Cabaña Los Pinos, en Paso de Pache. Sin, temor a equivocaciones, es posible afirmar que en cerca de medio siglo, ambos establecimientos fueron las dos más fuertes columnas sobre las que se apoyó, sólidamente, el elevage uruguayo.
Es posible que en la rápida narración que acabamos de realizar hayamos omitido algunos establecimientos de cría del pur sang. A través de los años, los recuerdos a veces se agolpan, a menudo se desvanecen. Y no es posible al cronista que escribe desde tanta distancia, mantener la visión nítida y completa de todos los acontecimientos de aquellas épocas ya bien pasadas, y desconocidas para la inmensa mayoría de los sportsmen de hoy.
Por eso, como una lejanísima reminiscencia, es del caso citar, todavía, como ejemplo de la pasión honda y sincera que por la cría del pur sang se sentía entonces, la famosa Exposición Nacional, celebrada en el viejo Pabellón de la calle 18 de Julio entre Ejido y Santiago de Chile.
Allí las Cabañas uruguayas mandaron sus mejores ejemplares, y el comentario público giró varios días respecto a las condiciones, al físico, a la sangre de los animales expuestos.
Recordamos haber visto allí a Exmoor, a Napoleón y a Donnina, del Haras Reyles, junto con los potrillos Sangre Azul y Madrigal; a Oriental, Guaviyú, Hervidero y Progreso los cuatro reproductores del Haras del señor Piñeyrúa; a Jonquil, del Haras Las Acacias, con tres productos: Medusa, Jonathan y Lucrecio; a Guerrillero, Fulminante, Política y Dinamita, del Haras Oriental, las dos últimas con cría al pie; a Ayton, del doctor Alfredo Castellanos; a los representantes de la Cabaña América: el padrillo Volubilis, dos o tres yeguas, y varios productos de un año y hasta un par de ellos de meses.
Muchos de estos haras, casi todos, mejor dicho, ya desaparecieron. Otros eleveurs emprendedores fundaron nuevos establecimientos. Don Gregorio Sánchez tuvo, en Soriano, el Haras La Cabaña, con Guazunambí como reproductor; el doctor Manuel Quintela, inolvidable maestro, fundó el Haras María Luisa, que fue después llamado Montevideo.
Don Enrique Young tuvo la Cabaña Los Ideales, en San Ramón, y más tarde don Guillermo Young, con el señor Linares, estableció allí el Haras Hampton; don Ernesto Urrestarazú, en Minas, fundó su establecimiento, Cebollatí, con Calfiao, precursor del Haras Windsor. Don José M. Urioste en San José, estableció la Cabaña Reposo, y don Emilio Avegno fundó la Cabaña Las Primicias, con Orador.
El señor Thomas W. Jefferies, en Treinta y Tres, poseyó la Cabaña Los Ceibos, de donde vino el gran Black Prince.
El señor Osvaldo Martínez, en su Cabaña Los Talas, albergaba los padrillos Lidiador, Langosta y Menelick.

Y después.

Todo lo que vino después, pertenece a la época que podríamos llamar moderna.

Referencia: “Del Haras a las Pistas” por “Debutante” -seudónimo de Carlos Ferrando- Montevideo, 1936

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